Eduardo Arroyo
1937 - 2018
Eduardo Arroyo tuvo sus primeras aptitudes pictóricas durante su infancia, pintando algunos cuadros e incluso llegando a publicar caricaturas en periódicos. En cambio, su pasión seguía siendo la literatura. Con el propósito de convertirse en escritor, estudió periodismo y se trasladó a París en 1958, además de que la dictadura de Franco siguiese al frente del gobierno y el clima en ciertos sectores se hiciese duro.
A causa de las dificultades por encajar en el mundo literario francés, empezó a frecuentar a menudo la comunidad de exiliados españoles...
Eduardo Arroyo tuvo sus primeras aptitudes pictóricas durante su infancia, pintando algunos cuadros e incluso llegando a publicar caricaturas en periódicos. En cambio, su pasión seguía siendo la literatura. Con el propósito de convertirse en escritor, estudió periodismo y se trasladó a París en 1958, además de que la dictadura de Franco siguiese al frente del gobierno y el clima en ciertos sectores se hiciese duro.
A causa de las dificultades por encajar en el mundo literario francés, empezó a frecuentar a menudo la comunidad de exiliados españoles supervivientes de la Guerra Civil y, se aficionó por la pintura e hizo que se acentuara su compromiso político y la crítica del régimen de Franco. Asimismo se avivaron aun más sus críticas del régimen franquista, sentimiento que se verá plasmado en sus obras.
Será en 1960 cuando participa en el Salón de la Joven Pintura (Museo de Arte Moderno de París), dirigido e integrado por jóvenes artistas de menos de 40 años. Allí conoce a Georges Détais, un marchante de arte que un año después ya organiza la primera exposición individual de Eduardo Arroyo en la Galería Claude Levin de París, con una serie de retratos religiosos y militares.
En 1963, Arroyo pasa a formar parte del jurado del Salón de la Joven Pintura de la III Bienal de París, lugar donde se hace cargo del espacio dedicado a la denuncia del totalitarismo y la represión. También expone sus retratos de los cuatro dictadores europeos: Franco, Mussolini, Hitler y Salazar; cada uno con sus respectivas banderas nacionales y emblemas.
Eduardo Arroyo es expulsado de España en el año 1974, en Valencia, a causa de su actividad antifranquista; este exilio influirá decisivamente en su trayectoria creativa. En 1976, decide regresar a España tras la muerte de Franco y a partir de la promesa del establecimiento de las libertades democráticas. Regresará a la Península empezando una nueva etapa artística y realizando una serie de obras que tratan del exilio. Algunos ejemplos de estas obras son: "Reflexiones sobre el exilio","La vuelta de los exiliados", "Regreso de Companys a Barcelona" o "Ángel Ganivet se arroja al río Dvina".
En la carrera artística de Arroyo, destacamos dos etapas: durante el exilio y después del exilio.
En esta primera, se aproxima a los postulados de la Nueva Figuración, donde su temática está dominada por España, expuesta desde la ironía y la crítica. También inicia su trabajo como escenógrafo, colaborando con Klaus Grüber. Y después del exilio, aumenta la carga de sus narraciones pictóricas al mismo tiempo que aumenta el contexto y concepto de lo español. Aborda con más regularidad temas de política nacional e internacional.
El estilo de Eduardo Arroyo es voluntariamente neutral y fácil de leer, pero sobretodo es un artista polifacético. Cabe destacar las obras de "Panamá Al Brown" (1982) y "Sardinas en aceite" (1990) como escritor. Su reinterpretación de la pieza de Calderón de la Barca "La vida es sueño" como diseñador de escenografías teatrales. Y en el año 1982 el centro Georges Pompidou, en París, se realizó una gran exposición retrospectiva del recorrido de su obra, donde se encontraban más de ciento sesenta obras entre éstas, óleos, dibujos, acuarelas, esculturas y material escenográfico. Y ese mismo año el gobierno español le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas. Finalmente Eduardo Arroyo murió en Madrid en el año 2018 a sus 81 años.